¿Qué es la dispraxia?
El niño con dispraxia tiene conciencia de lo que quiere, desea hacer o lo que los demás esperan de él, pero sus respuestas motoras no se conectan con las exigencias que su mundo cambiante requiere, esto genera problemas de autoestima y frustración, lo que genera una inmensa ansiedad por el “quiero hacer y no puedo”.
Introducción
Las funciones cognitivas son consideradas prerrequisitos básicos de la inteligencia y su adquisición sirve para la interiorización de la información y permite la autorregulación del organismo. Las funciones cognitivas como actividades del sistema nervioso explican, en parte, la capacidad de la persona para servirse de la experiencia previa en su adaptación a nuevas situaciones (Feuerstein, 1979).
La cognición consiste en procesos estructurales inconscientes que derivan de experiencias del pasado, facilitan la interpretación de estímulos y afectan la dirección de conductas futuras, existiendo esquemas para distintas situaciones. Los principales procesos cognitivos inherentes a la naturaleza humana maduran de manera ordenada en el desarrollo humano y las experiencias pueden acelerar o retardar el momento que estos hagan su aparición, llevando finalmente al complejo proceso denominado Aprendizaje, el cual puede entenderse como el proceso que afecta todo el comportamiento humano y deriva tanto del ritmo de desarrollo psicomotor como de la influencia del ambiente y ambos son constantes en el desarrollo.
Ahora bien, aunque las pautas del desarrollo son invariables, no todos los niños las transitan de la misma manera, la integración de procesos sensoriales sustenta el desarrollo motor y éste al desarrollo cognitivo y social, la relación con el entorno, el mundo de los objetos y los otros son premisas indiscutibles que marcan el camino a seguir por el niño durante su proceso de maduración y preparación para una vida independiente, donde el lenguaje, la aparición de símbolos y el pensamiento abstracto y complejo, marcan esas variaciones dentro del desarrollo.
Todo nuestro aprendizaje se sustenta en las sensaciones y aprendemos a conocer e interpretar nuestro mundo a través de lo que escuchamos, vemos, olemos, tocamos, de cómo vamos dándole sentido al movimiento para integrar nociones de espacialidad, temporalidad, esquema corporal, entre otras adquisiciones psicomotrices. Las sensaciones son la puerta de acceso al conocimiento, la mente, los compara y asocia con experiencias sensoriales pasadas, los interpreta, les da un significado y se convierten en una percepción.
La percepción es quien da sentido a esas sensaciones y permite al organismo recoger, interpretar y comprender la información del mundo exterior, información que se acopla con las asociaciones cognitivas, dirigiéndose y relacionándose con las diferentes adquisiciones que se almacenan en la memoria, es decir, los conceptos que hemos ido adquiriendo en la conformación tangible del mundo.
Este proceso perceptivo va a depender del desarrollo o madurez y los aprendizajes adquiridos, Bogdasshina, O nos explica, que “durante su desarrollo perceptivo los niños aprenden a diferenciar los diferentes estímulos procedentes de un sin fin de sonidos, formas, colores, patrones, movimientos, desarrollando así la habilidad de diferenciarlos, es decir, aprenden a usar sus órganos sensoriales y a conectar esas imágenes sensoriales con sus significados”
Sabemos que hay niños que muestran limitaciones significativas y especificas en sus habilidades para aprender a leer, a escribir, en matemáticas, en el desarrollo de su lenguaje, en su coordinación motriz y otras capacidades psicomotrices, en el comportamiento social; las que inciden en el desarrollo de competencias sociales, emocionales – cognitivas por ende en el aprendizaje.
Pero estas dificultades no siempre nos pueden llevar a un diagnóstico de trastorno del aprendizaje, autismo, de lenguaje u otro, ya que en ocasiones las manifestaciones o conductas que vemos pueden vincularse a dificultades en el procesamiento o en la modulación sensorial, lo que cambiaría el enfoque de la intervención y por consiguiente la evolución del niño.
La Dra. Ayres nos habla de cuatro niveles de integración sensorial los cuales deben ser transitados con sistemas sensoriales trabajando en armonía, para que las habilidades de las que hemos hablado anteriormente permitan que el niño se autorregule y actúe en consecuencia a las demandas del entorno.
En el nivel primario: los sistemas vestibular y propioceptivo se integran para el desarrollo de destrezas como: movimientos oculares, postura, equilibrio, tono muscular y seguridad gravitacional, en este nivel el sistema táctil proporciona las habilidades para succionar, comer, generar vinculo madre-hijo y confort táctil. Estos tres sistemas generan las bases del desarrollo y de cualquier proceso especializado de procesos posteriores de la vida.
En el segundo nivel: las funciones táctiles, vestibulares y propioceptivas son los cimientos para la estabilidad emocional, con la integración de estos tres sistemas consolidamos la representación corporal, coordinación de los dos lados del cuerpo, o coordinación bilateral se aumenta el nivel de actividad, el tiempo de atención, estabilidad emocional y planeación motora, que son las bases del desarrollo motor y posteriormente de las praxias. En el tercer nivel con todos los estímulos recibidos nuestro sistema nervioso central da un salto en relación a la organización del lenguaje y los procesos viso perceptivo.
En el cuarto y último nivel, todos los sistemas sensoriales se integran, haciendo que el sistema nervioso central funcione como un todo y el niño tiene las condiciones para iniciar un proceso de aprendizaje académico, ser un individuo con estabilidad emocional que le permita una sana vida social con pares y adultos. Cuando en este proceso hay sistemas que no funcionan adecuadamente, nos encontramos ante niños con arrastran muchas dificultades en su desarrollo tanto en el social, emocional, motor así como en el académico.
¿Qué sucede cuando nuestras habilidades motrices y perceptivas están limitadas y somos elefantes en una cristalería? Cuándo nos sentimos mal en relación a nosotros mismos y en nuestra relación con el entorno, se presentan dificultades a nivel de aprendizaje y disminuye el rendimiento escolar?
En las primeras etapas del desarrollo, el movimiento y la corporalidad ocupan un lugar determinante en el desarrollo del niño, el cuerpo es el medio a través del cual se va a comunicar y a conocer su espacio externo e interno.
El cuerpo se comunica a través del tono, equilibrio, postura, esquema corporal y otros componentes psicomotrices, ya que al ser un sistema abierto a nuevas posiciones en el espacio, percepciones y nuevas acciones, permite que el niño se desarrolle en su totalidad.
El desarrollo de esas posibilidades motrices y creativas a partir del cuerpo, lleva al niño a centrar su actividad e interés en el movimiento y el acto motor y lo que de ello se deriva: estimulación y aprendizaje lo que propicia un equilibrio en sus dimensiones motriz, afectiva, cognitiva y social.
Las actividades cotidianas están compuestas por una secuencia de movimientos que tienen diferentes niveles de complejidad, ya que nuestros movimientos no son aislados, sino que se encadenan secuencialmente entre sí dando paso a las acciones las que están conformadas en una unidad clara que tiene un principio, un recorrido y un final dándole un significado al movimiento, por ejemplo, la carrera tiene una fase de impulso (inicio) carrera (medio o recorrido) y la detención del movimiento (final), para lo cual ponemos en acción coordinaciones bilaterales, visoespaciales, direccionalidad, etcétera.
En niños pequeños, los movimientos son descoordinados e impulsivos, el niño no tiene dominio sobre su cuerpo, sobre la fuerza para poder ajustar la tensión que cada movimiento requiere, aun la trayectoria del mismo no se logra ni la independencia segmentaría por lo que se mueve de más para lograr una acción, por lo que podemos encontrar impulsividad, o sencillamente experimenta y busca como ajustar el movimiento al propósito de su acción.
La armonía y madurez de los sistemas sensoriales van a apoyar el desarrollo psicomotor, el niño aprende a regular el tono, y lo ajusta a un movimiento específico, se va llegando a la independencia segmentaria, a la coordinación motora gruesa, y estructura el movimiento en un espacio y un tiempo que a su vez se va produciendo un proceso de adaptación a la gravedad, que le permite igualmente ajustar su postura y todo esto unido en una melodía cinética [3]necesaria para que todo lo que signifique movimiento – llámese lenguaje hablado, lenguaje corporal, caminar, correr, escribir, – implique el cuerpo como una unidad.
La melodía cinética es un concepto que podemos relacionar a las praxias, y parafraseando a Luria “cada acción consta de una cadena de movimientos consecutivos y cada uno de los elementos de ese movimiento debe completarse para que el próximo movimiento se lleve a cabo”.
Las praxias o praxis, son habilidades que tiene el ser humano para adaptarse e interactuar con el medio ambiente que lo rodea y para lograr las praxias adecuadas el cerebro debe desarrollar la capacidad de idear, planear y ejecutar, siendo estas tres capacidades los componentes de la ejecución práxica. Estos componentes podemos describirlos de la siguiente manera:
Ideación: Idear es pensar en algo que quiero hacer, tiene una base cognitiva, por ejemplo, el niño ve una caja de cartón y decide escalar o trepar para meterse dentro.
La planeación me permite hacer mi plan o determinar cómo ejecutar la acción previamente conceptualizada. Es el “puente” entre la idea y la ejecución. El niño se mete dentro de la caja, queda con los pies hacia arriba, entonces piensa que debe hacerlo de otra manera y ahí hace uso de su esquema corporal. La ejecución, aquí el niño dice, “bueno ahora lo hago al revés, meto primero mis pies” y hace los ajustes necesarios para quedar dentro de la caja
Cuando este aprendizaje no se realiza de manera adecuada, y la ejecución práxica se ve afectada de alguna manera, por ejemplo cuando a un niño se le dificulta atarse los zapatos, o que al escribir, utiliza más movimientos que los necesarios, podemos estar frente a una dispraxia , conceptualizándola entonces como la dificultad para idear, planear y ejecutar diferentes actos motores y en ocasiones adopta otras nominaciones como trastorno del desarrollo de la coordinación, dificultad del aprendizaje motor tanto gruesas como finas. Los niños con dispraxia suelen tener problemas para mantener el equilibrio y la postura, a veces son torpes o “fuera de sincronización o sintonía” en relación a su medio ambiente.
En el caso de un desarrollo adecuado del niño, sus capacidades para planificar, memorizar y realizar una nueva acción, así como las acciones motrices, son realizadas de forma automática. En el trastorno y la disminución de la capacidad para planificar y realizar una nueva acción motriz intencional (dispraxia) por parte del niño las disfunciones incluyen muchas áreas y esferas de funcionamiento como por ejemplo:
Trastornos emocionales resultantes de una reacción inadecuada al entorno.
Bajo nivel de atención, memoria y procesamiento de estímulos visuales y auditivos.
Disfunciones en la recepción y el procesamiento de los estímulos sensoriales (equilibrio, sensibilidad profunda y táctil).
Bajo nivel de las habilidades motrices, también en la zona de las manos y los dedos.
Trastornos del esquema corporal, la orientación espacial, baja memoria motriz y coordinación visual-motriz.
Resumiendo, podemos decir que: dispraxia es una disfunción cerebral que dificulta la organización de las sensaciones táctiles, vestibulares y propioceptivas que interfiere con la habilidad de planeación motora, esta dificultad se da desde la etapa más temprana de la vida, pero no es evidente hasta que el niño crece y debe realizar actividades que demanden una adecuada planeación motora como parte de respuestas adaptativas ante la vida.
A priori pareciera ser un problema motor, pero en realidad es el resultado de la falta de integración sensorial que se manifiesta con la dificultad motora que el niño presenta, así mismo sucede con los problemas de aprendizaje académico, vemos sus manifestaciones, pero debemos recordar que, para el desarrollo de esas habilidades primero el cerebro debe percibir, organizar y procesar esas sensaciones para después tener respuestas y son éstas las que vemos a simple vista.
La intervención tiene un preámbulo no tan sencillo, partimos desde la sospecha inicial, en la mayoría de los casos esa primera señal de alerta no se despierta en casa, despierta en la escuela, donde el maestro (el experto) en el comportamiento, conducta y forma de aprender en la mayoría de los niños es el que más posibilidades tiene de identificar comportamientos o conductas que se salen de la media, esa es la clave para el inicio del proceso de intervención, la sospecha de que algo no está bien.
Después de tener las señales de alerta, debemos identificar las causas que ocasionan, la dificultad para ello la adecuada referencia es vital, pero es importante que, el maestro o equipo de psicopedagogía de la escuela, tenga conocimientos de las bases que pueden originar un cuadro de dispraxia para referir al profesional indicado.
Teniendo claro los factores que desencadenan el cuadro de dispraxia, el terapeuta tiene la oportunidad de hacer una intervención oportuna y llevar a cabo un programa que genere los cambios en los sistemas afectados, que permitan integración a nivel cerebral. Para que el niño tenga respuestas motoras adaptativas o funcionales, la intervención debe hacerse con todas las ayudas necesarias, tales como, el compromiso de especialistas en integración sensorial, padres de familia quienes deben dar continuidad en casa, y aún más del centro educativo.
El personal del centro educativo debe estar abierto a el aprendizaje y modificar no solo áreas físicas, sino tener un completo entendimiento de lo que el niño vive, saber cómo anticiparse, resolver conflictos y sobre todo como realizar los cambios para que el proceso de aprendizaje, se lleve a cabo ante las necesidades individuales de cada niño y es precisamente en la escuela donde el niño tiene más retos que vencer. La intervención jamás puede ser unilateral, el acompañamiento que este niño reciba por parte de su equipo terapéutico en los distintos ámbitos de su vida son indispensables para un mejor desempeño
Terminemos con un ejercicio, cerremos los ojos e imaginemos que somos un gran elefante, y qué tenemos características propias de fuerza, tamaño, ímpetu y estamos dentro de un cuarto de cristal, donde el más mínimo movimiento que realice puede ser tan torpe que genere un desastre. ¿Cómo te sentirías?
Fuente:
Artículo extraído del portal www.autismodiario.org